Archive for abril 2010
La Cigarra y la Hormiga (actualizado)
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Categorias: cuentos, moralejas
El resplandor
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Cuando era niño le parecía divertido. Ver de vez en cuando a aquellas personas con un resplandor rojizo saliendo de su cabeza excitaba su curiosidad; sus padres, pensando que era producto de la imaginación infantil, le explicaban el motivo del resplandor con cualquier cuento inventado para la ocasión. Fue divertido incluso el día en que vio el destello rojo sobre la cabeza de su propio padre; sin embargo, cuando al día siguiente murió su progenitor en un accidente de tráfico, comenzó a asociar el resplandor, inconscientemente, con la tristeza y el dolor.
Unos años más tarde, casi adulto, y cuando ya no daba importancia al resplandor que nadie parecía ver, se cruzó con un vecino que portaba el penacho luminoso sobre su cabeza. Y su estupor creció al día siguiente, al ver la esquela, pegada sobre el espejo a la entrada del portal, con el nombre del mismo vecino que había visto afectado el día anterior. Podría ser una casualidad pero, ¿cómo podría ignorar las señales? Comenzó a fijarse en las caras de aquellos desconocidos a los que veía con el resplandor, rebuscando al día siguiente en las esquelas de los periódicos locales la lista de fallecidos; luego, en el lugar del entierro, buscaba las posibles imágenes del finado, con la intención de asociarlas con la cara que recordaba. Poco a poco, llegó a una conclusión aterradora: aquella persona que emitía un resplandor rojizo sobre su cabeza, moriría en menos de 24 horas, y él tenía la facultad de verlo.
Conocer su capacidad le hizo más desdichado ¿cómo advertir a un extraño que su fin se acercaba, si ni siquiera sabía cual sería la causa de su muerte, y mucho menos la manera de evitarlo? Le tomarían por loco, un loco peligroso, un asesino... Pidió consejo a su familia, a sus amigos, pero pocos le comprendieron, le aconsejaron visitar a un psiquiatra, que se tomara unas vacaciones, que se buscara un pasatiempo, que rezara. Y un mal día vió a su propio hermano con el resplandor rojo, y éste le creyó.
Se miró en el espejo y se aseguró que, él mismo, no tenía el resplandor. Se sentó junto a su hermano, le rodeó con el brazo, y se pasaron toda la noche hablando, recordando todas sus andanzas, haciendo planes de futuro. Al alba, la cabeza de su hermano cayó suavemente sobre su hombro; le tomó el pulso y llamó al servicio de urgencias, pero ya era tarde, el derrame cerebral fue fulgurante, tal como le confirmó posteriormente el médico.
Desesperado, perdió las ganas de vivir e intentó suicidarse, pero en ninguna de las múltiples ocasiones consiguió su fin; una llamada anónima, alguien que pasaba por allí por pura casualidad, descubría su cuerpo agonizante que, una y otra vez, era curado en contra de su propia voluntad. Hasta que comprendió que no podía morir si, antes, no veía el resplandor sobre su propia cabeza.
Desde entonces, y ya han pasado 40 años, no ha vuelto a salir de casa. No quiere ver a nadie, no quiere saber algo terrible a lo que no es capaz a poner remedio. Vive encerrado en una habitación cubierta de espejos, esperando el resplandor rojizo.
Categorias: cuentos, la hora del loco