La lacra del racismo en Europa


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Una historia vergonzosa

Dicen que la especie humana evoluciona, que la sociedad avanza. Que estamos inmersos en una globalización en la que todos tendemos a ser iguales, independientemente de nuestros orígenes. Sin embargo, en esas sociedades en las que presumimos de estar más avanzados, de estar más distanciados de nuestros ancestros animales, se producen continuamente situaciones que contradicen toda esta supuesta evolución. Ver un color de piel, unos rasgos faciales o, simplemente, un acento diferente al habitual, es suficiente para desatar reacciones de miedo, odio o rechazo.


Hoy mismo me ha contado un amigo, de origen senegalés, que al salir del Carrefour, el vigilante jurado lo ha detenido de malos modos y se lo ha llevado a una sala mugrienta escondida debajo de las escaleras. La encargada de la panadería, con los ojos fuera de sus órbitas, le ha sometido a un cacheo de más de cinco minutos, alegando que llevaba escondida una baguette en el pantalón. Evidentemente, se trataba de un error, y finalmente le dejaron marchar si que nadie le pidiera disculpas.


Y no es la primera vez: la semana pasada fue la encargada de la charcutería la que lo cacheó, acusándole de que llevaba oculto bajo sus pantalones un salchichón de primera, y hace dos semanas fue la frutera la que le sometió al abuso, asegurando que le había visto esconder, por el mismo método, una berenjena de cultivo ecológico.


El pobre asegura que ya está harto de que pisoteen sus derechos, y que no piensa volver por ese establecimiento, sobre todo porque al marchar, oyó decir al responsable de ferretería: "la semana que viene lo cacheo yo, que seguro que lleva un termo de 2 litros..."

La Cigarra y la Hormiga (actualizado)


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La hormiga se pasó todo el verano trabajando como una cabrona; recogiendo grano, bichejos muertos, hojas, fruta pocha... no había sábados ni domingos. Vacaciones, ni pensarlo. Así, previendo que el invierno podría ser duro, la despensa del hormiguero acabó a rebosar ¡el sacrificio había merecido la pena!

La cigarra se pasó todo el verano cantando, de prado en prado, de fiesta en fiesta. No acopió nada, todo lo que ganaba se lo gastaba en luciérnagas y mariquitas, jugando al poker con las tijeretas y los ciempiés, esnifando polen con las avispas y bebiendo zumo de uva y de endrino con los moscones ¡no se podía imaginar una vida mejor!

Poco a poco llegó el invierno, y los bichejos empezaron a retirarse a sus madrigueras, a hibernar. Y las frutas silvestres y las semillas escasearon, y los bichos muertos ya estaban demasiado resecos. La cigarra ya no tenía a quien cantarle, ni siquiera tenía ganas de hacerlo, y la comida ya no venía tan fácil como antes.

Entonces la cigarra se acercó al hormiguero y llamó a la puerta:

- ¡Hormiga, abre, he venido a cobrar!
- ¿A cobrar?¿El qué? - preguntó la hormiga
- ¡Lo que me debes! Me he pasado todo el verano cantando, endulzando tu triste vida con mis melodías; gracias a ello, has podido recoger gran cantidad de comida. Por ello, y siendo generosa, me debes dos montoncitos de grano, quince bichos muertos (incluido, al menos, un escarabajo pelotero), diez arándanos secos y una gota de miel.
- Estás loca, cigarra. Yo no te debo nada, no te he pedido que cantaras, de hecho ni siquiera recogí la comida cerca de tí. No tengas tanta cara.
- ¡Ah! ¿Te quieres escaquear? Pues atente a las consecuencias. Voy a hacer que venga el niño cabroncete para que te pisotee todo el hormiguero, y te queme con la lupa. - dijo la bicharraca verde.

Entonces la hormiga, viendo que tenía las de perder, accedió a las demandas de la cigarra, renunciando a parte de sus ganancias. De la que estaba rapiñando lo exigido, se oyó un sonido dentro del hormiguero.

- ¿Qué es eso que se oye ahí dentro? - preguntó.
- Es el ruido del viento, que se cuela por los agujeros y hace ese silbido.
- Entonces ¿también tienes hilo musical?¿me lo estabas ocultando? Pues voy a hacer cálculos - lo que le llevó un buen rato, ya que la cigarra no tenía estudios y no tiene dedos para contar con ellos - y me debes, a razón de diez migas de pan al mes... ¡pues un par de chuscos!
- Pero ¡si el sonido del viento no lo haces tú! - alegó la hormiga.
- Tonterías, si puedes oir el silbido del viento, también pudiste oir mis cantos dentro del hormiguero, así que ¡paga y calla!

Así que la hormiga entregó todo lo que demandaba la cigarra y se volvió a su agujero, recalculando la mejor forma de afrontar los malos tiempos, con lo que le había quedado en la despensa, mientras la cobradora se iba alegre, buscando más víctimas a las que extorsionar.

Moraleja: trabaja como un cabrón, que tienes que alimentar a un montón de chupasangres.

El resplandor


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Cuando era niño le parecía divertido. Ver de vez en cuando a aquellas personas con un resplandor rojizo saliendo de su cabeza excitaba su curiosidad; sus padres, pensando que era producto de la imaginación infantil, le explicaban el motivo del resplandor con cualquier cuento inventado para la ocasión. Fue divertido incluso el día en que vio el destello rojo sobre la cabeza de su propio padre; sin embargo, cuando al día siguiente murió su progenitor en un accidente de tráfico, comenzó a asociar el resplandor, inconscientemente, con la tristeza y el dolor.

Unos años más tarde, casi adulto, y cuando ya no daba importancia al resplandor que nadie parecía ver, se cruzó con un vecino que portaba el penacho luminoso sobre su cabeza. Y su estupor creció al día siguiente, al ver la esquela, pegada sobre el espejo a la entrada del portal, con el nombre del mismo vecino que había visto afectado el día anterior. Podría ser una casualidad pero, ¿cómo podría ignorar las señales? Comenzó a fijarse en las caras de aquellos desconocidos a los que veía con el resplandor, rebuscando al día siguiente en las esquelas de los periódicos locales la lista de fallecidos; luego, en el lugar del entierro, buscaba las posibles imágenes del finado, con la intención de asociarlas con la cara que recordaba. Poco a poco, llegó a una conclusión aterradora: aquella persona que emitía un resplandor rojizo sobre su cabeza, moriría en menos de 24 horas, y él tenía la facultad de verlo.

Conocer su capacidad le hizo más desdichado ¿cómo advertir a un extraño que su fin se acercaba, si ni siquiera sabía cual sería la causa de su muerte, y mucho menos la manera de evitarlo? Le tomarían por loco, un loco peligroso, un asesino... Pidió consejo a su familia, a sus amigos, pero pocos le comprendieron, le aconsejaron visitar a un psiquiatra, que se tomara unas vacaciones, que se buscara un pasatiempo, que rezara. Y un mal día vió a su propio hermano con el resplandor rojo, y éste le creyó.

- ¿Cómo puedo librarme de mi destino? ¿Qué debo hacer para esquivar a la muerte?
- No lo se, puesto que ni siquiera conozco cual será la causa. Solo se que debo quedarme contigo las próximas 24 horas, encerrados en casa, y así garantizar que no se deberá a un accidente.

Se miró en el espejo y se aseguró que, él mismo, no tenía el resplandor. Se sentó junto a su hermano, le rodeó con el brazo, y se pasaron toda la noche hablando, recordando todas sus andanzas, haciendo planes de futuro. Al alba, la cabeza de su hermano cayó suavemente sobre su hombro; le tomó el pulso y llamó al servicio de urgencias, pero ya era tarde, el derrame cerebral fue fulgurante, tal como le confirmó posteriormente el médico.

Desesperado, perdió las ganas de vivir e intentó suicidarse, pero en ninguna de las múltiples ocasiones consiguió su fin; una llamada anónima, alguien que pasaba por allí por pura casualidad, descubría su cuerpo agonizante que, una y otra vez, era curado en contra de su propia voluntad. Hasta que comprendió que no podía morir si, antes, no veía el resplandor sobre su propia cabeza.

Desde entonces, y ya han pasado 40 años, no ha vuelto a salir de casa. No quiere ver a nadie, no quiere saber algo terrible a lo que no es capaz a poner remedio. Vive encerrado en una habitación cubierta de espejos, esperando el resplandor rojizo.

El Cuento Del Pescador


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El cuento de la lechera deconstruido

Msamaki era pescador, como su padre, como su abuelo y como el abuelo de su abuelo. Su padre le enseñó a pescar, cuando aún era un niño, como siempre se había pescado en su familia. Msamaki cruzaba la playa, se internaba en el mar hasta la cintura y lanzaban la red, tan lejos como le permitía su fuerza, describiendo un arco amplio; luego, despacio, tiraba del extremo de la red mediante unas largas cuerdas de cáñamo trenzado, cerrándola en una bolsa en la que los peces quedaban aprisionados. Las capturas no eran muchas, pero en dos o tres lanzamientos conseguía suficiente pesca para alimentar a su familia ese día; con un poco más de esfuerzo obtenía algún sobrante con el que negociar en el mercado. Y los demás pescadores de la aldea también lanzaban sus redes desde el agua y capturaban pescado suficiente. Y todas las tardes se juntaban en el centro de la aldea y hablaban y cantaban y reían, y los niños jugaban a su alrededor.

Un día, Msamaki observó que cuanto más lejos lanzaba la red, más llena de pescado la recuperaba. Entonces decidió comprar, a plazos, un pequeño bote de remos con el que adentrarse un poco más en el mar, para mejorar sus ganancias. Pronto descubrió que podía capturar el triple de pescado que desde la playa, con el que alimentar a su familia ese día; el resto del pescado lo vendía en el mercado, para pagar los plazos del pequeño bote de remos. Y los demás pescadores de la aldea compraron un bote de remos y también llegaban a pescar lejos de la orilla.

Como las capturas eran un poco justas, ya que todos los pescadores lanzaban sus redes en el interior de la cala protegida, Msamaki pensó que, con un motor, podría acercarse más a los arrecifes donde los peces abundaban. Dicho y hecho, se compró un pequeño motor a plazos para su barca y se acercó a los arrecifes, donde las capturas fueron mucho más abundantes. Así, con los peces capturados, podía alimentar a su familia ese día, y le sobraba suficiente cantidad para venderla en el mercado y así poder pagar los plazos del bote, del motor y la gasolina. Y como la pesca dentro de la cala empezaba a escasear, los demás pescadores se compraron motores para sus barcas y pudieron salir a pescar junto a los arrecifes. Todas las noches, cuando acababan la faena, se juntaban en la plaza de la aldea y hablaban y, a veces reían.

Un día, paseando por el mercado, el cacique del pueblo observó el buen negocio que se podía hacer vendiendo pescado, así que compró un pequeño barco de pesca, con el que podía tender las redes un poco más allá de los arrecifes; las grandes redes permitían obtener buenas capturas y la situación era inmejorable. Entonces montó un puesto en el mercado y, gracias a la abundancia de su pesca, pudo vender el pescado a precios más económicos que los pescadores de la aldea.

Al poco tiempo, las capturas de los pescadores junto a los arrecifes comenzaron a escasear, ya que el barco del cacique interceptaba la pesca antes de llegar a éstos. Msamaki y los demás pescadores apenas capturaban peces y lo poco que podían vender en el mercado no les alcanzaba para pagar los plazos de los botes, los motores o la gasolina; con lo que no conseguían vender, alimentaban escasamente a sus familias. Msamaki perdió su barca y su motor por no poder pagar los plazos y volvió a pescar a la playa, pero apenas llegaban ya peces cerca de la orilla. Los demás pescadores también perdieron sus barcas y sus motores.

Msamaki y los demás pescadores de la aldea fueron a ver al cacique, y le pidieron trabajo en su barco. Y el cacique les ofreció comprar entre todos su barco, a plazos, así todo lo que capturaran sería para ellos. Los pescadores aceptaron y comenzaron a pescar con el barco lejos de los arrecifes; vendían el pescado capturado en el mercado, a un precio menor al que conseguían tiempo atrás, y conseguían dinero para pagar los plazos del barco y la gasolina y, con lo poco que sobraba, alimentaban mal a sus familias. Y algunas noches, muy tarde, se juntaban en la plaza de la aldea y hablaban con las pocas fuerzas que les quedaban después de trabajar todo el día y, muy de cuando en cuando, reían.

Y los demás caciques de las demás aldeas vendieron sus barcos a los pescadores de esas aldeas, y pronto todos los barcos comenzaron a faenar horar y horas, compitiendo por capturar los peces cada vez más esquivos. Los caciques, tras vender sus barcos, negociaron con grandes compañías pesqueras extranjeras, a las que vendieron los derechos de pesca; y éstos aparecieron con sus modernos barcos con grandes redes, que tendían en alta mar a lo largo de millas y millas, trabajando noche y día, llevándose todo el pescado antes de que llegase a la playa, al arrecife y a sus alrededores.


Pronto, Msamaki y los demás pescadores de la aldea, y los pescadores de las demás aldeas, perdieron sus barcos por no poder pagar los plazos. Como ya no había pesca en la orilla, los pescadores tuvieron que emigrar con sus familias a la ciudad. Los más afortunados consiguieron un puesto en alguno de los grandes barcos de pesca, donde les pagaban un sueldo miserable con el que alimentar a sus hijos; los demás intentaron sobrevivir mendigando y buscando algo aprovechable entre los restos del pescado desechado por las compañías pesqueras. Algunas noches los antiguos vecinos se encontraban en el vertedero de basuras de la ciudad, y se miraban sin decir palabra, con los ojos vacíos, y nunca más volvieron a reir juntos.


Lo importante que es saber idiomas


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Cuando un pardillo, aquí presente, empieza un blog, aún a sabiendas de que no le va a leer nadie más que un par de amigos, tiene la feliz idea de escribirlo en diferentes idiomas, para que la cantidad de gente que lo ignore sea aún mayor. El primer idioma que surge a la mente es el inglés que, aunque no domine, no se me hace extraño; así, sumaría los aproximadamente 400 millones de angloparlantes a los 500 millones de hispanohablantes (son datos sacados de internet  y, por supuesto, sin contrastar), lo que haría un total de 900 millones de personas que no me leerían.

El siguiente paso invita a emplear otros idiomas, para lo cual hay unas herramientas, también en internet, que permiten traducir cualquier texto a casi cualquier idioma. Entonces pienso en el alemán, por eso de la cerveza, y me pongo manos a la obra; quiere la mano del destino que el primer traductor que me encuentro no permite pasar del castellano al alemán directamente, así que tengo que hacer escala en el inglés. Si tomo como base el texto del post anterior, la primera traducción quedaría así:

The creative process, or as(like) justifies what does not have justification.
Not wherefrom they arise, not why. Simply they appear and slip past between(among) the rational thoughts, on the sly. They are absurd ideas, sometimes a phrase of three or four words, other times the whole paragraph, but always absurd.
Sometimes they appear in this moment into which the conscience fades away, before remaining slept; in occasions they interrupt the reading of a good book, making blots on the texts; often they slip past during a conference or a meeting, preferably boring, to fill hollows; sometimes they wake me up in full night. But always they appear without any justification, bouncing for the brain, trying to call the attention happening(passing) unnoticed.
Then, only it can only to give them form, but it is another history.


y ahora lo traduzco al alemán:

Der kreative Prozeß, oder als (wie) rechtfertigt das, was Rechtfertigung nicht hat.
Nicht wherefrom entstehen sie, nicht warum. Einfach erscheinen sie und Gleiten vorbei zwischen (unter) den vernünftigen Gedanken, auf schlau. Sie sind absurde Ideen, manchmal eine Wendung von drei oder vier Wörtern, andere Zeiten der ganze Absatz, aber immer absurd.
Manchmal erscheinen sie in diesem Moment, in den die Gewissenhaftigkeit vor geschlafenem Bleiben verklingt; in Gelegenheiten unterbrechen sie das Lesen eines guten Buches, Bilden-Flecken auf den Texten; oft gleiten sie vorbei während einer Konferenz oder einer Sitzung(Treffens), vorzugsweise langweilig, Höhlen zu füllen; manchmal erwecken sie durch mich in voller Nacht. Aber immer erscheinen sie ohne jede Rechtfertigung, für das Gehirn springend, versuchend, das Aufmerksamkeitsereignis zu nennen(anzurufen), das unbemerkt (passiert).
Dann kann nur es nur, um ihnen Form(Formular) zu geben, aber es ist eine andere Geschichte.

Y ya está (vualá, que dicen los franceses). O no. ¿Y si la traducción no es correcta? La única forma de saberlo es haciendo la traducción inversa, es decir, volver a traducir el texto al castellano. ¿Y qué me encuentro? (omito el texto intermedio en inglés, para no aburrir mucho):

El proceso creativo (el pleito), o como (como) justifica esto que no tiene la justificación.
No wherefrom ellos aparecen, no por qué. Ellos y deslizando simplemente aparecen por delante entre (bajo el pensamiento razonable, sobre elegantemente. Ellas son ideas absurdas, a veces un idioma de tres o cuatro palabras, otras veces el párrafo entero (la venta), pero siempre absurdos.
A veces ellos aparecen en este momento en el cual la escrupulosidad se desvanece antes del lugar dormido para quedarse; en oportunidades (ocasiones) ellos interrumpen la lectura de un libro bueno, el punto de forma sobre los textos; a menudo ellos se deslizan por delante durante una conferencia o una sesión (que se encuentra) para llenarse preferentemente aburridamente, cuevas; a veces ellos despiertan por mí en la noche llena. Pero siempre ellos aparecen sin cada justificación (para llamarse para llamar (la mención) para los saltos de cerebro, la tentativa, el acontecimiento de atención que (pasa) inadvertido.
Entonces sólo esto puede sólo para darles la forma (la forma), pero esto es otra historia (la historia).

Correcto, es exactamente lo que quería decir, aunque esté un poco cambiado. Entonces me envalentono, busco otros traductores más completos, y repito la operación para otros idiomas con muchos hablantes, como el hindi:

El proceso creativo, o qué justificación hay ninguna justificación. 
Saber dónde se generan, o por qué no. Entre el razonamiento lógico y el deslizamiento lateral derecho, la clandestinidad. Frase Estas ideas son absurdas, a veces tres o cuatro palabras, a veces un párrafo entero, pero siempre absurda.
A veces aparecen en el momento en que duermen, interrumpido de vez en cuando leer un buen libro antes de que la conciencia se desvanece, textos a menudo una reunión o conferencia, preferiblemente deslizamiento durante la perforación, de colmar el vacío escribiendo, a veces me despierto en la noche. Pero siempre aparecen sin justificación, saltando a través del cerebro, tratando de llamar la atención aún no anunciadas.
Sólo, la forma está ahí, pero eso es otra historia.

La siguiente opción es el chino mandarín, que lo hablan muchos más, aunque emplean una grafía que queda muy bonita en un tatuaje pero da problemas de compatibilidad con el navegador (en la traducción me salen fichas del mahjong en vez de letras):

El proceso creativo, o lo que la razón es que no hay razón. 
No sé dónde aparecen, o por qué. Sólo tienes que introducir el pensamiento racional y, en voz baja. La idea es absurda, ya veces una frase de tres o cuatro palabras, párrafos y, a veces todo, pero siempre divertido. 
A veces, se olvidan en el momento de la conciencia, el sueño antes de la pausa de vez en cuando leer un buen libro, el texto de graffiti a menudo es frágil durante la reunión o conferencia, es mejor, aburrido, y llenar los espacios en blanco, a veces me despierto en la noche. Sin embargo, no siempre es injustificada, saltando a través del cerebro, quisiera llamar la atención aún no anunciadas. 
Entonces, sólo la forma, pero eso es otro asunto.


Finalmente pruebo con otros idiomas, como el árabe, el galés o el suajili, con resultados diferentes pero aproximados respecto al original. Y me sorprendo con la exactitud cuando se trata de otros idiomas latinos, como el catalán, el francés o el italiano; pero con éstos haré alguna otra broma más adelante...

El proceso creativo, o como justificar lo que no tiene justificación


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No se de donde surgen, ni por qué. Simplemente aparecen y se cuelan entre los pensamientos racionales, a hurtadillas. Son ideas absurdas, a veces una frase de tres o cuatro palabras, otras veces todo un párrafo, pero siempre absurdas.

A veces aparecen en ese momento en que la consciencia se difumina, antes de quedar dormido; en ocasiones interrumpen la lectura de un buen libro, emborronando los textos; a menudo se cuelan durante una conferencia o una reunión, preferiblemente aburrida, para llenar huecos; a veces me despiertan en plena noche. Pero siempre aparecen sin justificación alguna, rebotando por el cerebro, intentando llamar la atención pasando desapercibidas.

Luego, solo queda darles forma, pero eso es otra historia.

Ojos de perro azul


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Ojos de perro azul es un relato de Gabriel García Márquez (no lo copio aquí , pero puedes encontrarlo fácilmente por esa cosa que se llama internet), que retrata con gran precisión el mundo de los sueños, ese que no controlamos pero disfrutamos y, al despertar, olvidamos.

El mundo de los sueños es un mundo absurdo pero a la vez coherente, mágico, fascinante, en el que podemos cambiar de forma, color, sexo, y a la vez no ser nada. Estar aquí y allí, mantener una conversación con nosotros mismos mientras somos alguien diferente, vernos desde arriba mientras estamos abajo, descubrir nuestras virtudes que son nuestros defectos vistos desde otro prisma, apagar y encender neuronas, revivir recuerdos de situaciones que nunca vivimos, vivir situaciones que viviremos y llamaremos "dèja vu"...


El despertador es nuestro enemigo.

La banda sonora la pone Rubén Blades: